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Aura antidroga

Aura antidroga

Autor:   Laura Ruiz Guanche

Pais::   España

Fecha de adición: 23.05.2012

Aura, ese es mi nombre y soy un ángel. No soy un ser alado, que vive en las nubes, que aspira a la contemplación del rostro de Dios por toda la eternidad. Esos son otra clase de ángeles, más idealizados, a los que no conozco, ni tampoco me interesa conocer. Yo estoy aquí en la tierra, luchando contra un demonio, quizás uno de los más fuertes, de los que corroen a los humanos y se los comen por dentro, anulando toda su voluntad.
Seguramente, Dios, me ha enviado aquí para ayudar y no para contemplar, quizás no me ha dotado de divinidad, de alas, de prestigio social en los cielos. Desde el momento en que me dio vida, me dijo que mi destino estaba atado a la tierra, que tenía que luchar contra uno de los demonios de la sociedad humana. Me dijo que yo estaba hecha de otra pasta que la de los ángeles, que tendría una vida menos contemplativa. Y eso hago, luchar junto a Marcel, que está absorbido por el demonio, ese del que os he hablado, ese llamado droga.
Marcel es un chico alto, de casi veinte años y de unos ojos grises claros que contrastan con un interior turbio, y que se está destruyendo. Lucha con todas sus fuerzas, y en alguna ocasión le presto las mías, ya que, gracias a Dios, tengo esa capacidad.
Lleva luchando desde los dieciséis años contra el demonio, y empezó con sólo catorce años. Puedo decir que he visto como la droga se le introducía en la sangre, subordinándole a su poder. Le he visto llorar como un niño (Tal vez, como el que era) porque sentía como la droga le corroía por dentro y era totalmente consiente de ello, de la misma forma de que era dependiente. Cada vez que veía un nuevo morado por los pinchazos, mi corazón se estremecía y volvía a suplicar a Dios, que apartara ese demonio de aquel chico, tan humano. No soportaba ver como la droga llegaba, y se asentaba en su corazón provocándole una sensación de dulce amargo en su persona y como no destruyéndole, y yo ¿Yo qué? Sólo le puedo dar mi hombro de consuelo, mis manos de ayuda, mi sonrisa de inspiración, toda mi persona, en fin.
Me gustaría, deseo con todo mi halo, mi alma y mi esencia, que lo supere y poder conocerle más allá del demonio que lleva dentro. Hemos dado pasos importantes, juntos, y es un verdadero héroe, ha luchado con todas sus fuerzas y con las que yo le he podido dar. Él desea volver a vivir, sin ser dependiente, agarrarse a la vida y vivir fuera del sueño que le produce la droga para vivir el sueño de la vida. De verdad quiere quitarse el perfume de la droga de su piel, lo desea con todas sus fuerzas, aunque a veces le fallan, puede llevar dos semanas sin consumir, le felicito, lloramos juntos de alegría. Y le encuentro al día siguiente con sus ojos más oscuros que nunca, en el suelo tirado, soñando con su amiga la droga y lloro esta vez, pero de rabia porque su lucha es como si fuera mía y me decepciono. Puedo entender que es difícil salir pero cuanto más tardes, más difícil será escapar.
Me acuerdo de una conversación que tuvimos una vez:
-Aura, cada día me siento más dependiente sin poder evitarlo, me tiemblan las manos y el único pensamiento que ocupa mi mente es, bueno, ya sabes…
-Marcel, no importa, tú, sigue luchando, eso te hace grande.
-Pero no me encuentro con fuerzas, Aura, estoy cansado de luchar.
-¿Cómo dices? No puedes rendirte Marcel, no después de lo que hemos conseguido, juntos. Tienes que ser como el mar, fuerte como sus olas. El mar nunca se rinde, tienes que ser como él, por muy dura que sea la lucha, el mar siempre se regenera, por mucha basura que tenga, y hace olas cada vez más grandes, volviéndose cada vez más fuerte porque a veces, es la única solución, lo único que queda, ser fuerte. Y cuando menos te lo esperas, el mar llega y destruye todo aquello que le hace daño. Tienes que ser valiente como el mar, Marcel.
-Pero, Aura, ya apenas me quedan fuerzas…
-Pues, toma, aquí tienes las mías, pero no dejes de luchar, por ti, por tu vida, por nosotros.
Al día siguiente luchó con fuerzas renovadas, pero luego, volvió a caer. Y así durante cuatro largos, y… ¿Sabéis qué? Ya Marcel sucumbió al demonio, ya todas sus fuerzas y las mías no eran suficientes y murió de sobredosis, una noche, cuando salió de fiesta.
Su historia fue circular, ya que, una vez cuando el niño Marcel, salió de fiesta con sus amigos, probó la tentación, por jugar a ser mayor. Y seis años después, habiendo luchado cuatro largos años, salió de fiesta y se dijo “Será la última vez que lo pruebe” Y si, fue la última vez, pero para todo.
Os mentí cuando os dije que era un ángel, no lo soy, y nunca lo seré, yo solo era la novia de Marcel. Juntos desde los dieciséis años. Porque cuando se es adicto a la droga arrastra a todos los demás, no a caer en lo mismo, sino a sufrir. A sufrir en carne propia lo que el otro sufre y como mismo sufrí yo siendo su novia, lo mismo puede sufrir una madre, una amiga o una hermana. Yo me convertí en el ángel de Marcel, en el que la ayudaba a combatir eso que le estaba destruyendo.
Y ahora, ¿ahora qué? Marcel se ha ido y yo estoy aquí, sin él, por culpa de ella, por culpa de la maldita droga. Con un sufrimiento que ni Dios podría describir. Y todo por una noche de fiesta en la que se tomó una pastillita que lo mató, matando también mi vida entera, por lo que había luchado cuatro años.
La droga no hace dependiente solo al que la consume, sino a todos los que están a su alrededor. Provocando el doble del dolor. La droga es como una sirena, una vez caes en sus brazos, es muy difícil zafarse de su abrazo, por lo tanto, es mejor taparse los oídos y seguir tu camino, sin cadenas que arrastrar.
 

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